Se cumplen 55 años del estreno de 55 días en Pekín, la cuarta superproducción que Samuel Bronston ponía en marcha en España, tras El capitán Jones, Rey de Reyes y El Cid, en este caso con Nicholas Ray firmando la dirección.
No dejo de sorprenderme cuando veo 55 días en Pekín, de la curiosa coherencia de la película, de su cierta estructura compacta. Extrañará esto que digo, pero es que la película en su concepción fue un poco Frankenstein, con mil problemas, varios directores, y un guión escrito sobre la marcha a diferentes manos por, oficialmente, Philip Yordan, Bernard Gordon y Robert Hamer, pero sin acreditar, por al menos otras seis personas más.
Fue Bronston el productor extranjero que brilló con más fuerza en el fenómeno de las runaway productions que venían a España, es decir, las producciones angloamericanas que se rodaron en nuestro país desde los años cincuenta, al calor de los paisajes y del sol español, de los bajos costes de producción para las recreación de escenas de masas, de la experiencia de nuestros técnicos, de la existencia de estudios, y, sobre todo, de la intención de desmovilizar y reinvertir capitales financieros congelados. Un Hollywood español.
Cuando Gil Parrondo, añorado decorador en aquellas superproducciones rodadas en España, viaja a Hollywood para trabajar en una película en los años setenta, le dijeron aquello de “Oye, que esto no es Bronston”. Porque Bronston suponía el gasto máximo que se invertía en una película, por encima de lo normal en Hollywood. Tanto es, que el enorme foro romano que se preparaba para La caída del imperio romano, ya estaba en construcción cuando llevan a Charlton Heston a visitarlo. Fue suficiente que Heston dijese que no quería rodar la película para que inmediatamente se demoliese ese decorado para, una vez acordada la nueva historia a rodar en la que el astro aceptaba participar, levantar las legaciones extranjeras y la ciudad prohibida de 55 días en Pekín.
Una superproducción
Los medios fueron espectaculares en 55 días en Pekín. Se trataba de contar la historia de amor de un mayor americano, interpretado por Charlton Heston, y una baronesa rusa exiliada, a la que da vida una otoñal pero esplendorosa Ava Gardner, en medio de la rebelión de los boxers en 1900. Y no se reparó en gastos. El vestuario estaba muy cuidado, llegándose a utilizar unos veinte trajes que habían pertenecido a la auténtica emperatriz Tsen-Hu, que ésta había abandonado al huir del palacio y que un diplomático italiano había recogido. Los fastuosos decorados realizados en Las Matas, actualmente terrenos del término de Las Rozas, en las afueras de Madrid, pasaban por estar entre los más bellos de la historia del cine. Se construyeron las murallas de la Ciudad Prohibida a tamaño natural y un barrio entero de Pekín con todo lujo de detalles. Se cuenta que los corresponsales extranjeros que acudían a Las Matas quedaban tan impresionados ante la verosimilitud de los decorados que enviaban fotos a sus familiares como si hubiesen estado en China. Se emplearon cuatrocientos mil metros de tubo de acero y cien mil metros cúbicos de madera. Cientos de extras chinos fueron contratados en lavanderías y restaurantes de toda Europa pues los orientales entonces no eran tan abundantes como lo son ahora en nuestro país. Y cientos de obreros fueron contratados por los constructores de decorados, Prósper, Asensio, Michelena. También fueron reclutados más de seis mil soldados del ejército español como figurantes para las escenas de masas. Y, junto al esplendoroso reparto encabezado por Charlton Heston, Ava Gardner y David Niven, se contrata al prestigioso director Nicholas Ray, para la que será su última película a dirigir. Pero el productor quería en realidad a David Lean en la dirección. Bronston siempre quiso trabajar con Lean pero nunca lo consiguió. Quizás por eso contrata a Jack Hildyard como director de fotografía en 55 días en Pekín, ya que el técnico se había encargado de la fotografía de El puente sobre el río Kwai. Mientras, Nicholas Ray exige que Manuel Berenguer sea responsable de la fotografía de la segunda unidad. José López Rodero y José María Ochoa serían los ayudantes de dirección de la primera y segunda unidad respectivamente.
Para la financiación de esta superproducción que supera los nueve millones de dólares de la época, se hizo venir a Madrid a exhibidores de todo el mundo para asistir al comienzo del rodaje un caluroso dos de Julio de 1962. La escena que se rodaba era el espectacular asalto de los boxers a la Ciudad Prohibida de Pekín. Estos exhibidores, con sus adelantos sobre las futuras proyecciones de la película, iban a permitir que ésta se pudiese realizar. Todo a pesar de que el director Sanuel Fuller acusó a Bronston de plagio, pues llevaba trabajando en una cinta sobre la rebelión de los boxers desde 1957. Mientras, para dar espectacularidad, para el papel de la emperatriz se habló de Greta Garbo, Katharine Hepburn e incluso de Joan Crawford, quien llegó a viajar a Madrid para hacer unas pruebas, pero al fin se hace con el rol la actriz inglesa Flora Robson. Dimitri Tiomkin se encargaría de la música, volviendo a ser nominado al Oscar a la mejor canción por esta película, premio que le arrebató el cantante Tom Jones muy popular en aquellos años.
Bronston tuvo de nuevo el apoyo del régimen franquista para esta película. Era frecuente ver a los ministros de la época visitar los rodajes, y se cuenta que el propio Franco ordenaba detener su coche para ver desde la carretera los enormes decorados. Por el apoyo continuo de régimen, de facilidades administrativas, que no económico, el productor tuvo una consideración con España en el argumento de la película aún a sabiendas de que era irreal desde un punto de vista histórico: a nuestro país se le trata como una potencia mundial dentro de las legaciones extranjeras en Pekín, algo del todo inventado, ya que España en ese momento no tenía protagonismo en China, aunque sí embajador. De todas formas, esta licencia se sumaba a otras, como el protagonismo del mayor americano o la presencia de una baronesa rusa.
Un rodaje caótico y conflictivo
Pero los medios, los grandes nombres, y las intenciones no siempre son garantía de un buen desarrollo. 55 días en Pekín fue mal desde el principio en aquel calurosísimo verano. Charlton Heston pensaba que Ava Gardner era demasiado americana para hacer el papel de una noble rusa y proponía a Jeanne Moreau o Melina Mercouri para el papel. Bronston también había pensado en Deborah Kerr pero al final Ava fue la elegida, entendiéndose bien con el director Nicholas Ray, con el que compartía su afición por la bebida. Eso si, cada uno lo de la bebida a su manera, Ava era bebedora social y Nicholas, bebedor solitario. Ava Gardner detestaba el guión y el proyecto. De hecho no le dedica ni una sola línea en sus memorias. Mientras, Nicholas Ray estaba más interesado en las escenas íntimas que en las grandes batallas, desinteresado por la parte de gran espectáculo, chocando con el concepto de la producción. Diariamente flotaba en el aire la idea de un descontrol general, de caos, con un evidente conflicto entre el director y el productor y su círculo cercano. Bronston y Ray eran dos mundos muy alejados, y entre ellos apenas existía diálogo alguno. Todo esto culminó cuando el 11 de septiembre Ray sufre una crisis coronaria y es internado en el Hospital Angloamericano donde permanece varios días. Se hablaba de un infarto, pero según la esposa de Nick Ray, sólo se había tratado de una taquicardia, afirmando que utilizaron el incidente para que no terminara la película e impedirle entrar en el plató. Desde luego suena más a despido, con o sin complicación médica. Lo cierto es que Ray no volvería a rodar ninguna escena. La película con los actores principales fue terminada por Guy Green, solicitado por Heston, al que había dirigido en El señor de Hawai, realizador se había incorporado al proyecto antes de la enfermedad de Ray. Mientras, Bronston encarga al director de la segunda unidad Andrew Marton que finalizara las escenas del ataque final a la Ciudad Prohibida, al estilo de película que quería hacer como productor. Marton era conocido entre el equipo español como «el carnicero de Pekín” por lo mucho que parecía disfrutar haciendo saltar por el aire los decorados que tanto había costado construir. Y es que la idea de Bronston era que se fuese destruyendo el decorado de Pekín para comenzar cuanto antes a levantar el foro de La caída del imperio romano. De esta forma dotaba de espectacularidad a las escenas finales, al tiempo que se deshacía del decorado que de todas formas había que demoler, ya que no había suficientes estructuras tubulares para mantener en pie los dos. Y es que con el reciente éxito de Cleopatra, se estaba demandando colossal de nuevo y Bronston no quería perder ese carro, dando por amortizada la experiencia china.
Se dice que de los 154 minutos de metraje de 55 días en Pekín, 62 minutos de la película corresponden a Ray, 65 a Marton, 17 a Guy Green y 10 a Noel Howard. El propio Heston llega a colaborar en la dirección de algunas escenas, interviene en la escritura del guión que se va entregando diariamente y llega a vivir en su camerino del set unos días para poder trabajar con las dos unidades. El interés de Heston, con el apoyo de Niven y el beneplácito del entorno de Bronston es que hubiese más acción. Se llegan a improvisar las escenas del baile entre Heston y Gardner, o el asalto al polvorín casi sobre la marcha, ya que no estaban antes en el guión. De esta manera, cuenta la rumorología, que debido a la hartura de Heston con los excesos alcohólicos de Ava Gardner, es él mismo quien decide que el personaje de la baronesa muera, y así la actriz abandone rodaje. Aunque también se cuenta que la estrella mantuvo entonces un intenso romance con el guionista titular Philip Yordan, y que al terminar la relación, éste contribuyo bastante a recortar su papel en el film. Sea como fuese, el papel de Ava Gardner está muy mermado en detrimento de los de David Niven y Charlton Heston.
Y es que durante el rodaje Ava causó problemas y retrasos, especialmente en la escena de su partida de Pekín. Era un plano donde se necesitaban muchos extras. De repente Gardner saltó del carruaje y se lió a bofetadas con un figurante, que hacía de chino, y que según ella llevaba una cámara de fotos. Después de pegarle, abandonó sin más la filmación. En general, había que intentar rodar con ella antes de una determinada hora de la mañana ya que después comenzaba a beber y era imposible. Y en alguna ocasión llegó a dejar plantado el rodaje tras una noche de fiesta en al noche madrileña. Charlton Heston dijo que con Ava Gardner había tenido la relación más difícil de su vida en un rodaje, a pesar de sentir simpatía hacia ella, una cierta compasión por quien considerada una especie de desarraigada apátrida, desde luego un pensamiento del todo reaccionario. Lo cierto es que el la práctica ambos se detestaban mutuamente, y se relacionaban lo justo. La actriz cobró por su papel medio millón de dólares y tuvo a su disposición dos camerinos. En los contraplanos se usaba siempre una doble. Se dice Ava estaba aterrorizada por la gran cantidad de figurantes que intervenían en la película y por la importancia de los actores ingleses. Durante la filmación solía beber mucho champán y wodka. Parece, eso sí, que se entendió muy bien con David Niven y con la española Conchita Montes. Grande siempre, Ava, que supo vivir la noche madrileña como nadie, exprimiéndola, disfrutando por encima de todo y de todos, capaz de llamar a Fraga, “señor Bragas”.
La aportación española
Siempre he dicho que el cine español le debe mucho a Samuel Bronston. Cierto es que también Bronston le debe sus años de esplendor a este país, pero hay que reconocer que con el productor americano, los técnicos españoles pudieron desarrollar todas sus capacidades al máximo. Nombres que ya estaban, pero que terminan por despegar como Gil Parrondo en decoración, Joe Ochoa y José López Rodero en dirección o Tedy Villalba en producción. En 55 días en Pekín los españoles destacan en el departamento de arte. Bajo la dirección de Colasanti y Moore, Gil Parrondo se encarga de los decorados interiores levantados en los estudios Chamartin y Sevilla Films, mientras que las construcciones de exteriores quedan al cuidado de Julio Molina. El pintor de estilo abstracto Manuel Mampaso también trabajó en el departamento de dirección artística.
También encontramos a muchos actores españoles en papeles secundarios en la película, sobre todo interpretando embajadores: Alfredo Mayo, al que vemos con un abanico como el representante español, José Nieto como embajador italiano, Félix Defauce como el holandés, Fernando Sancho, el belga, o Carlos Casaravilla como el japonés. También aparece Conchita Montes en el papel de Madame Gaumaire. El día del estreno casi todos estaban molestos pues habían cortado gran parte de sus papeles, aunque, eso sí, habían sido muy bien pagados. Y es que una parte considerable del material de rodaje fue descartado en montaje.
La première mundial de 55 días en Pekín fue el 6 de Mayo de 1963 en Londres, en sesión de gran gala con el duque de Edimburgo como invitado de excepción. El 19 de diciembre de aquel año se estrenó en el tristemente desaparecido cine Palafox de Madrid con grandes honores. Entre los asistentes estaba John Wayne, Claudia Cardinale, Rita Hayworth, Lloyd Nolan, y Henry Hathaway, que se encontraban rodando con Bronston El fabuloso mundo del circo, así como artistas españoles, además de los entonces príncipes Don Juan Carlos y Doña Sofía y el almirante Carrero Blanco. El ejército hizo un pasillo con los sables para que pasasen los príncipes, previa a la entrada de los actores y el público. Todo muy exótico al estilo Bronston y a la época… Haciendo alusión a la idea del “peligro amarillo” reinante en la época, la frase publicitaria española decía “Junto con mujeres y niños de once naciones, usted combatirá a una horda de fanáticos sedientos de sangre y la traición de una emperatriz china…”.
Cierto es que 55 días en Pekín en manos del siempre lírico director Nicholas Ray, prometía ser un film apasionante, y al final queda a medio camino por los deseos de Bronston de hacer un gran espectáculo. Y cierto es que la historia de amor flojea. Pero el retrato de las intrigas de la corte imperial china y de las posturas colonialistas de los representantes de las potencias europeas refugiados durante cincuenta y cinco días en el barrio de las embajadas de Pekín, ejercen sobre mí una extraña fascinación. Sobre todo al conocer los detalles de lo tortuoso de su producción.
Algo que escribe Heston en su diario, sobre Ava Gardner, resume aquellos tiempos tan grandes y a la vez tan decadentes de 55 días en Pekín, que me producen personalmente gran fascinación por el momento. Se trataba de una fiesta de despedida de la película en una mansión del Paseo de la Castellana en Madrid. “La fiesta seguía, pero Ava ya no estaba allí. Eché a andar y de repente la vi, sola, bellísima, en mitad de la avenida desierta, con su resplandeciente traje de satén blanco y toreando con su capa roja a los pocos taxis que pasaban aquella hora. Triste, triste dama…”
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Para ampliar detalles y material del rodaje de esta película recomiendo leer «El Hollywood Español» y «Decorados. Gil Parrondo«.
Sin duda entrañable. Que maravilla de película. Gracias Víctor por compartir!
Gracias!
Hola Víctor,
Te agradezco tu artículo.
Me ha parecido excepcional sobre todo por la cantidad de información que aportas. Hay algunas cosas que comentas que me obligarán a volver a mirar la película pues posiblemente la vea con otros ojos.
Muchas gracias por compartir tus conocimientos.
Extraordinaria crónica del rodaje. Se dice que turistas hubo que se hacían fotos ante el decorado para presumir de que habían visitado la verdadera Ciudad Prohibida.
Una película colosal en medios (como todas las de Bronston), que levanta un cine de calidad que nunca se volverá a hacer.
Cuando Dupont abandonó a Bronston, el Gobierno español de entonces no ayudó al productor, quien hubo de malvender su estudio. Philip Yordan se quedó en España y escribió para algunos títulos más.
Bronston pidió a su hija que sus cenizas reposaran en los terrenos de Las Matas de aquellos grandes rodajes. Y así se cumplió.