Cumple el amigo Antonio Mayans ochenta primaveras. Y no hay quien se lo crea. Porque está joven en cuerpo y espíritu. El que fuese actor destacado de la mega factoría Bronston e intérprete fetiche de Jesús Franco, sigue más activo que nunca, siempre dispuesto a rodar cine o hacer teatro, algo que, pienso, es su motor vital.
Cuentan que dijo Hitchcock que en el cine no hay que trabajar ni con animales, ni con niños, ni con Charles Laughton… En mi caso tengo una máxima: siempre que se pueda, haya posibilidad o papel adecuado, trabajar con Antonio Mayans.
El gran Antonio Mayans es un superviviente. Y el ejemplo de muchas épocas de nuestro cine. Comenzó por la puerta grande, con el mega productor Samuel Bronston, participando en títulos como El capitán Jones o El Cid, gracias a su manejo en el inglés. Con especial protagonismo en El valle de los caídos o en Rey de Reyes donde interpretó a Juan, el discípulo amado.
Ha hecho (y sigue haciendo), teatro. Hizo fotonovela. En cine ha desempeñado cargos técnicos de diversa índole. Y como actor pasó de las superproducciones, a comedias sesenteras como Historias de la televisión o La ciudad no es para mí, westerns como Los pistoleros de Casa Grande o Un hombre y un colt, aventuras exóticas como El rey de África, de piratas como La rebelión de los bucaneros o bélicas como La batalla del último Panzer, hasta aventuras en el bosque de Sherwood con Robin Hood, el arquero invencible. Siempre compaginando los trabajos nacionales con otras coproducciones de postín como La selva blanca o Una ciudad llamada bastarda, a las órdenes de Peter Collison, de Ken Annakin, o de Robert Parrish.
Trabajó con Fernando Fernán Gómez (La querida), con Jorge Grau (El secreto inconfesable de un chico bien), con Nieves Conde (Volvoreta), o con Isasi Isasmendi (El perro). Y con los italianos, con Castellari (Diabla), con Lenzi (De Dunkerke a la victoria), con Marcello Baldi (Saúl y David), con Tessari (I bastardi). Con Jean Rollin (El lago de los muertos vivientes), con Klimowsky (Último deseo), con Javier Aguirre (El jorobado de la morgue), con Piquer Simón (El escarabajo de oro) y con Paul Naschy (Los cántabros, Empusa). Con Iquino, con Mariano Ozores, con José Luis Merino, con José Mª Forqué, con Pedro Lazaga, con Julio Pérez Tabernero… Y, sobre todo, con Jesús Franco, en innumerables títulos que van de El sexo está loco a La tumba de los muertos vivientes, pasando por El hundimiento de la casa Usher o Sola ante el terror.
Como le ocurre al amigo Ángel Mora, quien le dirigió en Selva roja, para mi Antonio es un elemento imprescindible en mis trabajos, siempre que sea posible. Antonio es un buen actor, es colaborador, muy amable con el equipo, genera buen clima, muy disciplinado, muy sencillo en sus requerimientos. Tiene la grandeza de quién sabe lo que es una superproducción y un producto lowcost, sabe dónde está en cada momento, no pierde la perspectiva. Se le puede ver en una foto en una fiesta de Nicholas Ray charlando amigablemente con John Wayne, pero él no le da una importancia especial. Y vale más por lo que calla que por lo que cuenta, ya sean determinadas circunstancias propias del filibustrerismo de los rodajes con Jess Franco, o situaciones con compañeros reconocidos, véase Paco Rabal en La invasión de los zombies atómicos… Secretos, muchos secretos…
En Tío Jess, Hugo Stuven y yo le grabamos junto a Franco en una situación curiosa, quizá demencial. Después en Zarpazos! nos contó muchos recovecos del Spanish Horror. En Wax me regaló un cameo como el jardinero del Dr. Knox, el terrible cirujano caníbal interpretado por Jack Taylor. Ahí hicimos en su secuencia un pequeño homenaje al Tío Jesús, no tanto en el estilo si no en la forma de rodar: aprovechar el propio rodaje de Franco, su último rodaje, la localización, la cámara, para filmar la secuencia. Más secretos. Y después en Vampyres, donde Antonio protagoniza probablemente las dos secuencias más caras de la película, y de las más caras de su carrera, guadaña en ristre, apariciones estelares, todo poesía de ultratumba. Por fin, en el western Parada en el infierno, pude darle un rol con más metraje. Ahí Antonio, como siempre, fue para mí una ayuda indispensable para algunos momentos muy delicados en el rodaje. Él no era como los otros actores, era mi cómplice en la película.
Antonio es grande. Lleva algo así como más de sesenta años de carrera. Y tiene mucha guerra que dar todavía. De hecho, como ejemplo vital, su ochenta cumpleaños le sirve para estrenar una película inédita comercialmente, Héroes de cartón. Como antes, hace poco, ocurrió con Los resucitados o Vaya luna de miel. Otra más.
Entre mis tesoros de casa tengo el libro conmemorativo del rodaje de El Capitán Jones en Denia. Y lo tengo dedicado por cuatro enormes profesionales que trabajaron en la película, todos amigos, que entonces comenzaban en el cine y que después ostentaron cargos muy importantes: el decorador Gil Parrondo, el productor Tedy Villalba, el director de fotografía John Cabrera. Y Antonio Mayans. Todos nos dejaron ya, salvo Mayans. Él siempre queda. Es el superviviente. Nato.
Felicidades, querido y admirado amigo. Imprescindible.
Gracias por tus cariñosas palabras y creo que no se puede decir más. Un espléndido y completo resumen de una vida dedicada al cine, su amada profesión a la que ha dictado todos los momentos de su ya larga existencia.
No tengo el gusto de conocerte pero me siento agradecido por el resum tan bonito que has hecho de la vida de un amante del Arte Cinematográfico. Gracias .
Trino Mayans . Hermano pequeño del Acto r.
Para mí Antonio es otro de mis padres cinematográficos del que he aprendido muchísimo. Admiro su capacidad de adaptación y su gran talento como actor. Buena persona y compañero. Feliz cumpleaños Antonio!!
Todo lo que dices es verdad, yo le tengo un cariño especial y también he compartido con él estupendos y divertidos momentos junto a Jesús y también situaciones muy particulares, ojalá ese talante no le abandone nunca, se te quiere, lo sabes
Grande como persona y actor. Lo conocí en el Rodaje de THE BOUNTY KILLER (Chip Baker, 2018) en el Rancho Leone de Tabernas. Hacía de mi cosuegro.
Saludos desde Almería.
José Enrique