Siempre que los calores del verano aprietan, me regodeo una y otra vez en recordar las películas de terrores acuáticos, nacidas especialmente al calor del éxito de Jaws (Tiburón) de Steven Spielberg. En este momento que de hecho hay una película de este tipo en cartelera, A 47 metros, no puedo por menos que recordar una película que marcó mi infancia: Tiburon 3. Y por supuesto a su director, Enzo G. Castellari, un cineasta que realiza lo que llamo cine de género con autoría.
El tema es que era yo un niño fascinado y epatado con las dos primeras entregas oficiales de la saga Jaws, cuando a finales de julio de 1981 Televisión Española anuncia una y otra vez el estreno cinematográfico de Tiburón 3 (“Una fabulosa superproducción que aventaja a las anteriores por sus luchas, peripecias y guerras sin cuartel… Tiburón 3 no perdona!!”) Madre mía…! Había que verla! Y por supuesto, la vi en el cine, y para mi resultó ser una película simplemente divertidísima. Cuando meses después se estrena Jaws 3D (El gran tiburón), yo entonces no entiendo qué es una Exploit cinematográfica, y que aquella película que había visto anteriormente, dirigida por un tal E. G. Castell y distribuida por J. F. Films, no correspondía a la saga oficial de la saga Jaws de Universal.
Decía mi añorado José Ramón Larraz mientras preparábamos Vampyres, “dejáros de mandangas con el término Exploitation. Todo el cine es de explotación, el cine se referencia y se autocopia desde el principio de los tiempos”. Y no le faltaba razón, volver a contar la mismas historias una y otra vez no es exclusividad de los italianos o los europeos, también lo es de Hollywood. Por eso aquella película supuestamente apócrifa de la saga del escualo era mucho más divertida que la tercera entrega de la saga hollywoodense, o al menos me lo parecía. Estrenarla en España como Tiburón 3, fue una habilidad del productor y distribuidor José Frade. Y el que fuese tan divertida, el oficio del director E. G. Castell, nombre tras el que se escondía el realizador italiano Enzo Girolami Castellari.
Gracias a Tiburón 3 y otros títulos ochenteros dirigidos por aquel E. G. Castell, descubro un cineasta al que seguiré siempre tanto como cinéfilo como cineasta.
Castellari, autor de género
Uno de los personajes de 800 balas de Álex de la Iglesia cita el título Voy, le mato y vuelvo, tal y como si fuese una invención, pero lo cierto es que se trata de un estupendo western que hace alusión a una frase de Eli Wallach en El bueno, el feo y el malo (Il buono, il brutto, il cattivo). El western en cuestión, muy exitoso, fue dirigido por Enzo Girolami Castellari.
Sin duda a Enzo G. Castellari se le puede considerar de autor dentro del cine de género. Especializado en cine de acción, ya sea en uno u otro ambiente, americano, italiano, histórico o futurista, marítimo o desértico, lo cierto es que tiene un estilo muy definido desde la primera película que dirige, firmada por cuestiones burocráticas por el por otro lado gran artesano León Klimowsky, Alambradas de violencia (Pochi dollari per Django). Con la lección bien aprendida de sus familiares cineastas, y de sus años de ayudantía de dirección, Castellari aporta toda una serie de innovaciones al cine de género en general y al western en particular, desde su especial tratamiento de la acción, dinamismo narrativo, la cámara lenta, el humor, y ser por ejemplo uno de los precursores del poliziesco all´italiana. En el campo del western origina el género cómico-irónico con Voy, le mato y vuelvo (Vado… l´ammazzo e torno), y renueva el eurowestern a mediados de los setenta con el estilo crepuscular de la mítica y fascinante Keoma.
Castellari, siempre eficiente y efizaz, aporta estilo al policíaco en La policía detiene, la ley juzga (La polizia incrimina la legge assolve), al bélico en El largo día del águila (La battaglia d´Inghilterra) o al western en Mátalos y vuelve (Ammazzali tutti e torna solo). Y se atreve con cualquier acepción de género, ya sean aventuras legendarias con Simbad, el rey de los mares (Sinbad of the Seven Seas), literarias con Tuareg, futuristas con 1990: Los guerreros del Bronx (1990: I guerrieri del Bronx), o marítimas con L´ultimo squalo, título original de aquel Tiburón 3, llamado fuera también Great White.
No es extraño que Quentin Tarantino haya hecho de Castellari uno de sus gurús, realizando su propia aproximación a Aquel maldito tren blindado (Quel maledeto treno blindato) en Malditos bastardos (Inglourious Basterds). Lógico. Esto entronca y supera la idea de aquel concepto de Exploit, rizando el rizo con uno de los últimos títulos de Castellari, Caribbean Basterds. ¿El “influenciador”, “Influenciado”? Así es el cine, siempre.
Desde luego, sin rubor, sí que puedo decir que yo me siento influenciado por Castellari y por su estilo. Así se lo he transmitido desde que lo conocí y comenzó nuestra amistad. Y se lo repetido una y otra vez mientras rodábamos Parada en el infierno (Stop Over in Hell) donde Enzo, aparte de ser el mentor del proyecto, interpreta a un divertidísimo representante de betunes en el Far West. Algo así como él es en el cine y en la vida, divertido, vital. Como su cine.
Esperemos la gente de 28 entiendiera que una película como estas valen más que por
su protagónico