Esperaba como agua de mayo, semana tras semana, que mis padres me dejasen ver la película correspondiente del programa Mis terrores favoritos dirigido y copresentado por el gran Narciso (Chicho) Ibáñez Serrador. Algunas eran tan truculentas y tremendas que mis padres rápidamente me mandaban a la cama.
Entonces no llamábamos “La 2” a esa cadena de Televisión Española. Ni siquiera “la segunda cadena”. Era “el UHF”, el segundo de los dos únicos canales televisivos españoles que teníamos comenzando los años ochenta del siglo pasado. Un canal con menos horas de emisión, pero con programas muy interesantes, como el celebérrimo Mis terrores favoritos.
Siguiendo la estela de Hitchcock. Mis terrores favoritos.
La dinámica del programa siempre era la misma. Chicho presentaba la película con la actriz Luisa Armenteros. La presentación se realizaba en clave de humor negro siguiendo las formas de Alfred Hitchcock en su programa, de Rod Serling en el suyo (The Twilight Zone), de Boris Karloff en Thriller, o de similares presentados por Vampira, Elvira, Zacherley, todos ellos en la televisión norteamericana. De esta forma podíamos ver a Chicho sierra mecánica en mano persiguiendo a su compañera, clavando una estaca en un vampiro con el sonido de un taurino clarín de fondo, o lavándose las manos (no con agua, si no con sangre) por lo que pudiese pasar en la proyección de la tremebunda/maravillosa/imprescindible No profanar el sueño de los muertos de Jordi Grau.
La dinámica para mí, también siempre era la misma. Tras la presentación comenzaba la película. Habitualmente estas películas de terror tenían un prólogo, en el que solía morir alguien o se desarrollaba algún ritual imprescindible para la historia. Tras este prólogo entraba la secuencia de títulos de crédito, y ahí es cuando TVE ponía los dichosos rombos. Un rombo para mayores de 14 años y dos para mayores de 18. Ese era el momento clave, había que distraer a tus padres para que no se enterasen de la advertencia y te dejasen ver la peli. A mí me faltaban varios años para cumplir los 14, o sea, complicado. A veces me dejaban ver las de 14, como Pánico en el Transiberiano de Eugenio Martín. Si no, había que intentar verlas a través de la puerta del salón. O como último recurso que te la contase al día siguiente en el barrio alguno de tus colegas mayores. Así me contaron La noche de Walpurgis de Leon Klimowsky con el gran Paul Naschy. Yo redactaba a mi manera después las sinopsis en un cuaderno que aún conservo.
¿La película más terrorífica?
Sin embargo, un 28 de diciembre se produjo el milagro: anunciaban la más terrorífica y fuerte de todo el ciclo. Cuando estaban mis padres a punto de mandarme a la cama, el inicio de la peli apuntaba a que algo era diferente. Una inocentada de Chicho, la película programada era la comedia Agárrame ese fantasma con Abbott y Costello. Un hecho para mi inolvidable. Monstruos y humor.
Gracias a Mis terrores favoritos pude ver bajar a Christopher Lee la escalinata del castillo de los Cárpatos, y decir con la voz del gran Héctor Cantolla: “señor Harker, me alegro que haya llegado con felicidad”, en la maravillosa Drácula de Terence Fisher. Y La mujer y el monstruo, Los Pájaros, Psicosis, Los crímenes del museo de cera… Gracias a Los crímenes del museo de cera de André de Toth con un enorme Vincent Price (y a un título que le homenajeaba, Terror en el museo de cera de Georg Fenady), desarrollé en aquel cuaderno una historieta que años después nos serviría de base para escribir Wax….
Hubo una segunda tanda del programa en los años noventa, y ahí pudimos ver de nuevo Los crímenes del museo de cera, junto a El ente, Nosferatu vampiro de la noche o La matanza de Texas. Esas las pude ver tranquilamente sentado en el salón. Inolvidable programa.
Es cierto que para Chicho el peor enemigo del cineasta que aborda el terror es el ridículo, que tu película provoque risa. Pero él siempre ha manejado el humor (negro, eso sí) en sus producciones y presentaciones. Una combinación perfecta.
Bendito Mis terrores favoritos. Cuánto nos marcó.
Leyendo este artículo me estaba viendo a mí mismo aquellas noches de «Mis terrores favoritos» también distrayendo a mis padres para evitar los dos rombos, también oteando la peli escondido en el pasillo y yéndome al final a la cama. Trocitos de infancia que siguen conmigo.
Muchas gracias!